11 de enero de 2013

Invierno (Completo)




Allá afuera nevaba. El gato estaba recostado en la ventana, viendo cómo los copos caían uno a uno, deseando, quizás, que ésta estuviera abierta, para así poder salir y atraparlos.
 Él pululaba en su sala. De vez en cuando se paraba detrás del gato a contemplar también el paisaje. La nieve era tan gris como su semana: absurda y monótona. A unas cuadras de su casa había un campo de golf que llevaba meses cerrado porque hacía ya mucho tiempo que seguía siendo invierno. Sintió nostalgia al recordarlo; nada permanece en el mismo sitio, el espacio también es relativo.
 No había vecinos, no había familia, no había amigos. Lo peor de sentirse solo es darse cuenta de que así se está realmente, y eso él lo sabía, pues su única compañía era el gato. Su vida en ese abandonado pueblo tenía el único fin de escribir para subsistir.
 Alguien tocó la puerta: era ella. Hermosa como la primavera que lo había desamparado. “Deberías escribir tu próxima película sobre ella”, pensó.
 Pero claro que fue un error, ella sólo quería saber cómo llegar a la ciudad, mientras él quería saber cómo llegar a su corazón.
  Su auto se había atascado con la nieve, tendrían que esperar que ésta disminuyera para así poder arreglarlo y llegar hacia su destino, pero los copos siguieron cayendo durante días.
  Dentro de la casa todo iba bien: tenían víveres y fogata. Él le cedió su cama la primera semana, pero al noveno día el frío era insoportable, ambos necesitaban calor. Durmieron juntos, pero separador. Él no se podía dar el lujo de actuar rápido; a los escritores les encanta dramatizar, prolongar historias, exprimir hasta el último sentimiento y después disfrutar esa sensación de culpa y satisfacción: nada de qué arrepentirse, mucho de qué escribir. Lamentablemente éste no fue su caso: tres noches más y despertaron en la ciudad. Él recordó por qué odiaba tanto ir ahí: autos por todas partes, edificios, ruido y una clase de seres vivos casi parecida a los humanos. De no ser por tanto disfraz habría podido adivinar qué eran realmente. Lo peor de estar acompañado es darse cuenta de que en realidad eso no importa y que se está todavía más solo que cuando se vive en soledad. Pero ni siquiera eso es tan malo como descubrir que la única persona capaz de no hacerte sentir banal, en realidad piensa que, precisamente, eso eres, y luego se va.
  Ella besó su mejilla, le dio las gracias, cruzó la avenida y se perdió entre los demás. Lo abandonó como la primavera. "Deberías escribir tu próxima película sobre ella", pensó.

   

No hay comentarios:

Publicar un comentario